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Algo de arte: La provocación de Ai Weiwei en la Cartuja, acoplamiento arrebatador



Estos del CAAC, con un cierto aire de falsa modestia, nos han ocultado lo evidente, y es que muchas de las piezas que componen la estupenda exposición Ai Weiwei. Resistencia y tradición que acoge el centro de arte durante los próximos meses, han sido concebidas pensando en la monumentalidad gótica de la solitaria nave de la iglesia, la belleza barroca de la capilla o el pasado uso como fábrica de cerámicas del lugar. Estoy siendo un tanto hiperbólico, sí, pero es que la sintonía de muchas de las creaciones que han sido seleccionadas por los comisarios de la exposición con este espacio es sobrecogedora.
La muestra no consta de muchas piezas, alrededor de una decena de esculturas e instalaciones, más algunos videos y fotografías. Sin embargo es suficiente para realizar una aproximación al carácter multidisciplinar de sus creaciones, y la utilización que el artista realiza de diversas técnicas, que no es raro que se anclen en la tradición artesanal china, en este caso especialmente la cerámica. Pero éste ancla, profundamente clavada, es posteriormente arrancada con violencia para traer a la superficie del presente y convertir a la fuerza en contemporáneo aquellas partes más hundidas en las raíces. Como sucede con el monolítico pilar azul eléctrico que desafía hierático al que se le aproxima, el cual es una estructura basada en motivos similares de los templos chinos y que ahora ocupa un lugar al fondo del antiguo templo de la Cartuja, ¿de verdad hay tanta distancia entre China y la Cartuja?
También girando en torno a la cerámica hay tres obras más, todas con una profundidad de campo basada en la ambigüedad: la serie de de jarrones neolíticos cubiertos de pintura industrial, la colección de jarrones chinos reproduciendo un modelo de la Dinastía Han y su célebre perfomance en la que, en el año 95, rompió un jarrón de la Dinastía Han. En los tres casos plantea cuestiones similares y habituales en Weiwei: ¿está rompiendo con el pasado, o está destruyendo el patrimonio?, ¿denuncia o provoca?, ¿destruye o crea?, ¿arte original o copia? La respuesta está en sustituir disyuntivas por copulativas.
Las dos piezas más bellas de la exhibición, por lo que son, por sus resonancias, y por la simbiosis a las que han sido forzadas en la Cartuja son “Divina Proportione” y “Descending light”. La primera es un poliedro de madera hecho con la tradicional técnica china de ensamblaje sin clavos ni tornillos. Pero no es eso, es la solidificación de una idea de armonía y equilibrio, el Número Áureo, que preocupó a Leonardo y a los humanistas y que de entre sus muchas consecuencias, surgió la preciosa capilla barroca que ahora acoge a esta pieza, la materialización de la armonía que deseamos, muy a pesar del tortuoso camino de la realidad. Y sobre todo la segunda, “Descending Light”, un farolillo chino gigantesco estrellado en el suelo de la iglesia y que la llena con su presencia y sus reflejos rojizos como de aberración declinante, obvia referencia a China y el Partido comunista y su decadencia.
Pero si hay algo en esta muestra que sea una brutal e insidiosa contemporización de la tradición china eso es la célebre instalación “Sunflower seeds”, de la que sólo hay una pequeña parte en esta exposición, constituida por 5 de los 100 millones de pipas de girasol, todas hechas en cerámica y pintadas a mano, cubriendo el suelo de la Capilla de Colón. Para llevar a cabo esta obra Ai revitalizó la industria cerámica de Jingdezhen, centro milenario de esta artesanía, contratando durante varios años a más de mil trabajadores. La maquinaria artesanal tradicional de la china imperial se engrasó y se puso en marcha al servicio de una descomunal obra de arte contemporáneo que servía para denunciar y criticar el régimen actual chino, la alienante maquinaria del partido para la que sus ciudadanos no son más que una homogénea y dócil masa de semillas de girasol bajo un sol tan maoísta como seducido por el capital.
La capacidad que tiene Weiwei para movilizar a gente en sus proyectos habla de la verdadera naturaleza de este personaje, de su poder mediático, de su capacidad emprendedora, de que en realidad podría haber sido un gran empresario, un líder político, o una estrella del pop. Y de que de hecho es un poco todo eso, y también un artista. Sus obras son realizadas por muchas manos, pensadas por muchas cabezas, todas ellas aunadas como fibras en un cuidadoso trenzado por su carisma, su determinación y sus ideas. Puede crear la monstruosidad de las pipas, o decidir traer a 1001 chinos a vivir durante una semana en el recinto de la última edición de la feria documenta Kassel, lo que fue “Fairy Tail”, su atípica aportación a este evento de arte contemporáneo de la que también hay un video en esta muestra, o puede tener cientos de miles de seguidores en su blog o twitter. En cualquier caso, por ser lo mediático que es, por alcanzar la cotización desmesurada en el mercado del arte, por su disidencia, o por el selecto e inteligente montaje que el CAAC le ha dedicado, no hay que perderse esta muestra.

Artículo publicado en ElClubExpress en 2013.